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LeonardoCastellano

Literatura

El romanticismo español: José de Espronceda

El romanticismo español: José de Espronceda

En el gran siglo europeo del Romanticismo, España es un desierto. Es muy triste tener que dar sólo tres nombres: Espronceda, un romántico que por razones obvias es rey y dos poetas postrománticos: Bécquer y Rosalía.Resulta increíble que Bécquer y Rosalía escribiesen a la par que Mallarmé. Resulta patético, pero es lo que hay.Sin embargo, es agradable leerlos. Yo lo he hecho muchas veces y he disfrutado.Aquí es donde parece absurdo tener que referirse a una literatura nacional cuando la literatura es una arte que traspasa fronteras.

Me gustaría hablaros de Byron, de Shelley, de Browning, de Barrett-Browning, de Goethe, de Hölderlin, de Heine, de Schiller. Y de Víctor Hugo. Ésos son poetas, poetas con mayúsculas. En fin, centrémonos. Hablemos de ese desierto y de sus tres héroes. Sólo se les puede juzgar bien si se les juzga aisladamente. En el conjunto de la poesía europea, resultan totalmente prescindibles. 

La noticia biográfica procede de aquí

José de Espronceda (1808-1842) es el único superviviente de cuatro hermanos.El mismo año de su nacimiento, España sufrió la invasión del ejército francés al mando del emperador Napoleón, y se desencadenó la llamada Guerra de la Independencia. Huyendo de ella, su familia recorre España.Hacia 1820 la familia de Espronceda se traslada a Madrid. En 1821 estudiaba humanidades en el colegio de San Mateo, bajo la dirección de Alberto Lista, intelectual neoclásico y discreto poeta, lo que muy probablemente influyó en él para decidir su inclinación hacia el estudio de las letras y hacia la ideología liberal.

En 1823 es ejecutado en la horca el militar liberal Rafael de Riego y Núñez, por el régimen de la monarquía absolutista regida por Fernando VII, suceso que fue presenciado por el joven Espronceda. A los quince años, Espronceda fundó con otros jóvenes una sociedad masónico-patriótica llamada «Los Numantinos» y él fue su presidente. Cuando el régimen absolutista descubrió la existencia de esta célula secreta, encarceló a todos sus miembros. Espronceda fue condenado a cinco años de reclusión en un convento-prisión de Guadalajara, pero a las pocas semanas y por influencia de su padre, coronel, fue absuelto. En aquel convento-prisión fue donde empezó a escribir el poema épico "El Pelayo", de corte clásico.

En 1826 se exilia a Lisboa vía Gibraltar, -colonia inglesa del sur de Andalucía-, que por aquellos años reunía a gran cantidad de liberales españoles.En la capital portuguesa, Espronceda conoció a una joven de 16 años llamada Teresa Mancha, hija de un militar liberal emigrado. A finales de 1827 Espronceda sale para Inglaterra, país donde existía gran número de emigrados españoles. Mancha también, con su familia, se dirige a Londres. Espronceda parte para Holanda y París, donde parece que combatió en las barricadas de la revolución de julio de 1830, uno de cuyos triunfos fue destronar a la monarquía absolutista de los Borbones. De allí, el poeta intenta pasar a España con una columna de liberales al mando del guerrillero "Chapalangarra". Fracasaron totalmente en el intento y Espronceda vuelve a París.

En 1831 se traslada a Londres, donde reencuentra a Teresa, casada con Gregorio del Bayo, rico comerciante establecido en Londres: un matrimonio de conveniencia y nulo amor, del que nació un hijo. Se planea una fuga. Teresa tenía que ir a París con su marido y allí la esperó Espronceda. En la noche del 15 de octubre de 1831 ella abandonó el hotel donde se hospedaba y se fugó con su amante. A la muerte de Fernando VII, en 1833, acogiéndose a la amnistía general a favor de todos los liberales emigrados, Teresa y Espronceda regresan a España, a Madrid. Pronto terminó el amor entre ambos y Teresa abandonó al poeta y a una hija que ambos habían tenido, Blanca.Aunque se reconciliaron durante un tiempo, Espronceda fue nuevamente perseguido por sus ideas liberales y tuvo que pasar a la clandestinidad. Teresa murió en 1839 de tuberculosis. Después,

Espronceda fue condenado a exilio en Cuéllar, pueblo de Castilla la Vieja, donde escribe su única novela (prescindible): "Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar" Vuelve a Madrid y llega a ser diputado y fundador de varios periódicos de tendencia liberal o democrática. En 1840 publica dos libros de poesías: "Poesías" y "Diablo Mundo". Al año siguiente, es destinado a la embajada española en Holanda. Al poco tiempo regresa a España, para ocupar el cargo de diputado por la provincia de Almería, y en el año 1842, un miércoles 25 de mayo, muere Espronceda a la edad de 34 años, de difteria. 

Sus obras más destacadas son El Diablo Mundo y El estudiante de Salamanca y algunas poesías aisladas, como "Canto a Teresa"; "A Jarifa en una orgía"; ""El verdugo"; El mendigo" o "La Canción del Pirata", que es la más conocida de sus creaciones. 

Ensayo español del siglo XX : Unamuno

La Generación del 98- Miguel de Unamuno

La Generación del 98- Miguel de Unamuno

Preguntas y actividades.

Situar el contexto histórico: 1. Escribe un breve resumen de la Historia de España desde 1875 (Restauración de Alfonso XII), hasta 1914 (Inicio de la Primera Guerra Mundial en España).

2.Busca la biografía de Miguel de Unamuno (resume en 15 líneas). Y resume su bibliografía (principales novelas y ensayos).
Novelas
Ensayos

3. Resume la biografía y cita las principales obras de Kierkegaard y Schopenhauer, filósofos de cabecera de Unamuno.
Kierkegaard
Schopenhauer

4 ¿Por qué el tema de España es tan importante para Unamuno? Desarrolla.

Un fragmento de la nivola Niebla.

Niebla(1914) , escrita dos años después de la publicación de Del sentimiento trágico de la vida, supone el más abierto enfrentamiento desde el campo de la novela con el problema central del autor y del hombre Miguel de Unamuno: el de la realidad del ser hombre, el de la mortalidad o inmortalidad del alma individual. Es «la novela del absurdo existencial, del hombre perdido en la angustia de una vida sin finalidad. La vida es niebla» (Stevens y Gullón op. cit. ). Para Eugenio García de Nora (La novela española contemporánea, Madrid, Gredos 1973), «el personaje mismo, el fantasmal Augusto Pérez, empieza siendo ya un personaje un ente dudoso y nebuloso... un personaje inventado para “presentar” , más bien que para “encarnar” , la precariedad, la nihilidad de la existencia humana». De hecho, el personaje sólo adquirirá una identidad personal (la existencia precede a la esencia) cuando conoce a Eugenia y se enamora. Cuando ésta se fuga con otro, será consciente del problema de su auténtica existencia y piensa en el suicidio.

Es entonces cuando Unamuno introduce un recurso entonces novedoso: le hace ir a Salamanca para entrevistarse y pedir consejo al escritor Miguel de Unamuno. Cuando Unamuno le contesta que él, Augusto, no puede tomar ninguna decisión sobre suicidarse o seguir viviendo, ya que es un ente de ficción creado por el propio Unamuno, que tiene decidido que no se suicide. Augusto le contesta con palabras que tiene escritas y publicadas Unamuno, quien había escrito en su Vida de Don Quijote y Sancho que en cierto sentido los personajes de las novelas están más vivos que sus propios autores, que (como Don Quijote respecto a Cervantes) los personajes crean en cierto sentido a sus autores. Ahora es el personaje el que quiere seguir viviendo y el autor, enojado por la osadía de su personaje de querer decidir sobre su destino, le dice que lo “matará”, que esa misma noche ha de morir:


—¡Bueno, basta!, ¡basta!, ¡basta! ¡Esto no se puede tolerar! Vienes a consultarme, a mí, y tú empiezas por discutirme mi propia existencia, después el derecho que tengo a hacer de ti lo que me dé la real gana, sí, así como suena, lo que me dé la real gana, lo que me salga de...

—No sea usted tan español, don Miguel.

—¡Y eso más, mentecato! ¡Pues sí, soy español! Español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo, y el españolismo es mi religión, y el cielo en que quiero creer es una España celestial y eterna, y mi Dios, un Dios español, el de Nuestro Señor Don Quijote, un Dios que piensa en español y en español dijo: «¡Sea la luz!», y su verbo fue verbo español...

—Bien, ¿y qué? —me interrumpió, volviéndome a la realidad.

—Y luego has insinuado la idea de matarme. ¿Matarme? , ¿a mí?, ¿tú? ¡Morir yo a manos de una de mis criaturas! No tolero más. y para castigar tu osadía y esas doctrinas disolventes, extravagantes, anárquicas, con que te me has venido, resuelvo y fallo que te mueras. En cuanto llegues a tu casa te morirás. ¡Te morirás, te lo digo, te morirás!

—Pero... por Dios...

—No hay pero ni Dios que valgan. ¡Vete!

—¿Conque no, eh? —me dijo—, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se volverá ala nada de que salió...! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá, aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos, sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima...

—¿ Víctima? —exclamé.

—¡Víctima, sí! ¡Crearme para dejarme morir! ¡Usted también se morirá! El que crea se crea y el que se crea se muere. ¡Morirá usted, don Miguel, morirá usted, y morirán todos los que me piensen! ¡A morir, pues!

Este supremo esfuerzo de pasión de vida, de ansia de inmortalidad, le dejó extenuado al pobre Augusto.

Y le empujé a la puerta, por la cual salió cabizbajo. Luego se tanteó, como si dudase ya de su propia existencia. Yo me enjugué una lágrima furtiva.


El texto y la cita de Niebla la saqué de aquí.

Miembros de la Generación del 98 más destacados: Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz ’Azorín’, Pío Baroja y Ramón María del Valle Inclán.Pwero también Ángel Ganivet y Ramiro de Maeztu


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El ensayo español en la segunda mitad del siglo XIX

Dos ensayistas franceses contemporáneos ( I ). Pascal Quignard

Dos ensayistas franceses contemporáneos ( I ). Pascal Quignard

Pequeña biografía de Pascal Quignard:

Pascal Quignard (1948) es, sin ningún género de dudas, uno de los mejores escritores franceses de las últimas décadas. Ha sido profesor de la Universidad de Vincennes y de la Escuela Práctica de Estudios Superiores en Ciencias Sociales, fundador, junto a François Mitterrand, del Festival de la ópera y teatro barroco de Versalles y autor de una veintena de pequeños tratados donde la literatura se mezcla con la reflexión. También ha escrito novelas-ensayo, entre las que destacan "Todas las mañanas del mundo", "El salón de Wurtenberg" o la impresionante "Terraza en Roma". Ahora regresa a las librerías españolas con una obra más voluminosa de lo -para él- habitual, "Vida secreta", en la que Quignard reflexiona sobre el amor, la libertad que éste implica y cómo a través de los sentimientos que nos provoca podemos llegar a la rebelión social. Un amor que, como en los más exaltados sentimientos políticos, puede llegar a estar prohibido por la sociedad y puede obligarnos a rebelarnos contra todas esas normas impuestas que limitan nuestro corazón y su expresión, o nuestra ideología y su expresión. Es Premio Goncourt de las Letras Francesas y un serio candidato al Nobel.

El nombre en la punta de la lengua y el pequeño tratado sobre Medusa

El libro de Pascal Quignard que acabo de leer con el placer y la inquietud de siempre, ya había sido editado hace doce años por la Editorial Debate y consta de dos partes. La primera es un cuento, un cuento en el que la palabra que se necesita se escapa una y otra vez, y su falta (la falla, como dice Quignard) amenaza la vida entera y la felicidad de sus protagonistas.
La palabra que escapa, la palabra que se tiene en la punta de la lengua, pero que huye, y con ella se lo lleva todo. Como a Fausto llevado por una nube, la palabra llevada por el olvido, amenaza. Es un cuento que me recuerda tanto a Goethe, como a ciertos pasajes de la Eneida o las pinturas negras de Goya.
La segunda parte es un breve ensayo fragmentado, muy quignardiano, llamado El pequeño tratado sobre Medusa, sobre el origen del silencio y sobre la espera de la palabra que falta. Esta espera se llena de palabras: se escribe para convocar esta falla, esta ausencia, este vacío que nos puebla. Quignard no puede ser resumido, porque sus reflexiones nos llevan precisamente al punto en que el lenguaje es el que traiciona. Las palabras son buscadas infinitamente porque no pueden decir lo verdadero, lo inicial, lo que nos funda en esta vida y que comparece ante nosotros en forma de enigma, de misterio irresoluble. Eso que nos falta es siempre ausencia, nostalgia de lo que nunca podremos recobrar, de lo imposible que late dentro y fuera de nosotros y que no se deja asir jamás:


"Yo era aquel niño a quien apasionó el silencio. Era aquel niño que apostaba la totalidad de su vida en el esfuerzo de mi madre por recuperar un nombre del que tenía memoria mientras estaba privada de él. Me identificaba por completo con el movimiento de pensar de mi madre recorriendo con desamparo los canales y los caminos donde una palabra se había despistado. Más tarde me identifiqué con el padre de mi madre. AL hacerlo, lo único que hacía era justificar una identificación programada por mi madre antes de mi llegada al mundo, ya que los dos nombrecitos asociados a mi nombre propio eran sus nombres: Charles, Edmont. De niño me pareció que había que adquirir la sabiduría filológica, gramatical y romana de mi abuelo para llegar a ser el poeta que mi bisabuelo habría querido ser. Ambos habían enseñado en la Sorbona. Ambos habían coleccionado libros. Así es como habré absurdamente intentado desandar el tiempo. Eso es lo que me ha llevado hasta las orillas de Roma, lo que me ha llevado hasta las ruinas de Ur, llevado, en fin, hasta las más antiguas grutas de paredes silenciosas y cubiertas de inscripciones. Nuestras vidas son súbditas de extrañas tiranías que son errores. Es curioso observar que libros que he escrito han conocido el éxito desenterrando viejos fantasmas muertos desconocidos que llevaban consigo más porvenir que los vivos. Los libros son esas sombras de los campos. Yo era aquel niño precipitado en la forma de ese intercambio silencioso con el lenguaje que falta. Fui ese acecho silencioso. Me convertí en ese silencio, en este niño “retenido”, castigado sin salir, en la palabra ausente en forma de silencio. Esta depresión de niño tuvo lugar después de que nos mudásemos a L’Havre, porque me separaba de una muchacha alemana que me cuidaba mientras mi madre estaba en la cama y enferma, a la que yo llamaba Mutti. Me convertí en mútico. Llegué a sepultarme en ese nombre, más querido aún que el de mi madre, y que por desgracia era una conminación. . Aquel no era un nombre en la punta de mi lengua, sino en la punta de mi cuerpo, y el silencio de mi cuerpo era lo único capaz de hacer presente, en acto, su calor. No escribo por deseo, por costumbre, por voluntad, por oficio. He escrito para sobrevivir. He escrito porque es la única manera de hablar callándose. Hablar mútico, hablar mudo, acechar la palabra que falta, leer, escribir, es lo mismo. Porque el desposeimiento fue el abra. Porque era la única manera de permanecer al abrigo en ese nombre sin exiliarme por completo del lenguaje como los locos, como las piedras, que son desgraciadas como ellas solas, como las bestias, como los muertos.

Me vi de nuevo obligado a callarme cuando tuve la edad de dieciséis años. Me callo el porqué. Este cuento que titulo El nombre en la punta de la lengua es mi secreto."

 

Pascal Quignard, El nombre en la punta de la lengua, Libros del Último Hombre, Arena Libros, Madrid, 2006, Traducción de Antonia Barreda.

 La casa

                  

Me gustan los libros que me hacen pensar. Me gustan incluso los libros que me hacen pensar y con los que no estoy de acuerdo. Algo, en el fondo de los libros de Pascal Quignard entra en contacto conmigo. Algo que está oculto, quizá la perversión que está en el origen del lenguaje, quizá la conciencia de que el lenguaje es impuro. La convicción de que en él descansa el secreto del árbol del Bien y del Mal, como en el cuadro de Durero.

                                                                                                ***

"La sonata de la casa antigua, ignorando las generaciones minúsculas, tiene una lentitud que rebasa la memoria de sus habitantes sucesivos. El piso gime. Las persianas golpetean. A cada escalera corresponde una llave. La puerta del armario cruje y el resorte de los viejos divanes de cuero contesta. Desecadas por el verano, las maderas de la casa ensamblan un instrumento de música a la vez regular y desordenado, que interpreta una obra de perdición, afligida por un deterioro tanto más amenazador cuanto que es efectivo, incluso si su lentitud no la torna jamás íntegramente perceptible para los oídos de sus habitantes humanos.

La casa antigua canta un melos que, sin ser divino, rebasa la escala de quienes allí fueron educados o de quienes allí murieron y conocimos, que sólo agregaron sus cantos al amanecer o al ocaso. Es una melopea lenta que habla a la familia, comprendida como una masa de varias generaciones, en acto, sin que ninguno de sus elementos globales o moléculas privadas y provisorias la capte verdaderamente, y que llora sin fin su propia ruina, que ella misma anuncia."

Pascal Quignard, El odio a la música Diez pequeños tratados (La Haine de la Musique), Trad. y notas de Pierre Jacomet, Editorial Andrés Bello, Capellades, 1998.

Tema 1: El ensayo. Definición. Inicios: Michel de Montaigne

Tema 1: El ensayo. Definición. Inicios: Michel de Montaigne

Como todos los géneros, el del ensayo es difícil de definir. Temáticamente, se puede referir a cualuier tema, aunque en nuestro curso hablaremos fundamentalmente del esnayo humanístico, pero también puede haber ensayos científicos o matemáticos.
La definición de ensayo sería la de "Escrito en prosa, de extensión breve, sobre temas de conocimiento expuestos con una perspectiva subjetiva y personal, y dirigido a un público no especializado. Su registro iría del coloquial al culto, pero nunca utilizaría un lenguaje técnico o pedante, o excesivamente preciso. Se trata de un tipo de texto en el que el autor desarrolla exposición y argumentación, y está cerca del periodismo de opinión o de fondo. Esto no quiere decir que el ensayo carezca de profundidad. Es un texto crítico, analítico... discursivo en el sentido de que acompaña al pensamiento. Rico en citas o en ejemplos, literario y divulgativo. Esencialmente democrático. Está emparentado, si nos remitimos al pasado, con las Epístolas clásicas (disquisiciones en forma de cartas o de pequeños tratados)".
Como ya os dije en clase, el primer ensayista moderno digno de tal nombre es Michel de Montaigne, que en sus ensayos escribe sobre temáticas muy diversas en lenguaje pulido sin ser pedante, elegante sin ser amanerado. Crítico o analítico, siempre mesurado, Montaigne es un escritor delicado al que es un placer leer.
El propio Montaigne define su creación ensayística de este modo, en el ensayo número 50 del libro primero, que tituló "De Democritus et Heraclitus":

 

"Es el juicio un instrumento necesario en el examen de toda clase de asuntos, por eso yo lo ejercito en toda ocasión en estos ensayos. Si se trata de una materia que no entiendo, con mayor razón me sirvo de él, sondeando el vado desde lejos; y luego, si lo encuentro demasiado profundo para mi estatura, me detengo en la orilla. El convencimiento de no poder ir más allá es un signo del valor del juicio, y de los de mayor consideración. A veces imagino dar cuerpo a un asunto baladí e insignificante, buscando en qué apoyarlo y consolidarlo; otras, mis reflexiones pasan a un asunto noble y discutido en el que nada nuevo puede hallarse, puesto que el camino está tan trillado que no hay más recurso que seguir la pista que otros recorrieron. En los primeros el juicio se encuentra como a sus anchas, escoge el camino que mejor se le antoja, y entre mil senderos decide que éste o aquél son los más convenientes. Elijo al azar el primer argumento. Todos para mí son igualmente buenos y nunca me propongo agotarlos, porque a ninguno contemplo por entero: no declaran otro tanto quienes nos prometen tratar todos los aspectos de las cosas. De cien miembros y rostros que tiene cada cosa, escojo uno, ya para acariciarlo, ya para desflorarlo y a veces para penetrar hasta el hueso. Reflexiono sobre las cosas, no con amplitud sino con toda la profundidad de que soy capaz, y las más de las veces me gusta examinarlas por su aspecto más inusitado. Me atrevería a tratar a fondo alguna materia si me conociera menos y me engañara sobre mi impotencia. Soltando aquí una frase, allá otra, como partes separadas del conjunto, desviadas, sin designio ni plan, no se espera de mí que lo haga bien ni que me concentre en mí mismo. Varío cuando me place y me entrego a la duda y a la incertidumbre, y a mi manera habitual que es la ignorancia".

Y en el prefacio, Montaigne escribe:

"Si mi objetivo hubiera sido buscar el favor del mundo, habría echado mano de adornos prestados; pero no, quiero sólo mostrarme en mi manera de ser sencilla, natural y ordinaria, sin estudio ni artificio, porque soy yo mismo a quien pinto. Mis defectos se reflejarán a lo vivo: mis imperfecciones y mi manera de ser ingenua, en tanto que la reverencia pública lo consienta. Si hubiera yo pertenecido a esas naciones que se dice que viven todavía bajo la dulce libertad de las primitivas leyes de la naturaleza, te aseguro que me hubiese pintado bien de mi grado de cuerpo entero y completamente desnudo. Así, lector, sabe que yo mismo soy el contenido de mi libro, lo cual no es razón para que emplees tu vagar en un asunto tan frívolo y tan baladí".

 

 

Os dejo un ensayo suyo para que podáis comprobar la belleza de su obra, que no ha pasado de moda, y que tanta importancia tuvo y tiene para la historia de la literatura.

Capítulo XXXII
De cómo algunos buscaron la muerte por huir los placeres de la vida

"La mayor parte de los antiguos filósofos convienen en que la muerte es preferible a la vida cuando de ésta se esperan más desdichas que bienandanzas; y afirman que poner ahínco en conservar la existencia para sufrir tormentos y trabajos es ir contra los preceptos mismos de la naturaleza.

Pero llevar el desdén de la muerte al extremo de buscarla para evitar honores, riquezas, grandezas y otros favores y bienes, que conocemos con el nombre de beneficios de la fortuna, como si la razón sola no bastara a persuadirnos de la conveniencia de abandonarlos sin necesidad de echar mano de aquel remedio supremo, no lo había visto ordenar ni practicar hasta que me cayó en las manos un pasaje de Séneca, en el cual el filósofo aconseja a Lucilio, personaje influyentísimo y de gran autoridad cerca del emperador que trueque la vida de voluptuosidad y pompa por el abandono del mundo, y se retire a la vida solitaria, apacible y filosófica. A la realización de tales consejos, Lucilio opone algunas dificultades: «Mi parecer es, le dice Séneca, que dejes esa manera de vivir o la vida misma; yo te aconsejo que sigas camino más apacible, y que mejor que romper, desates lo que tan mal has anudado; mas si no se pudiera desatar, rómpelo: no hay hombre tan cobarde que no prefiera caer de una vez a permanecer siempre tambaleándose.» Hubiera encontrado este consejo natural en la rudeza estoica, pero lo extraño es que está tomado de Epicuro, que escribe de un modo parecido a Idomeneo en una ocasión semejante. Algún rasgo análogo tengo idea de haber advertido entre nosotros, pero éste iba acompañado de la moderación cristiana.

San Hilario, obispo de Poitiers enemigo famoso de la herejía arriana, encontrándose en Siria tuvo noticia de que su hija única, que se llamaba Abra, a quien había dejado en las Galias en compañía de su madre, era solicitada para casarse por los importantes señores del país, como joven muy bien educada, hermosa, rica, y que se hallaba -además en la flor de su edad; su padre la escribió (prueba tenemos de ello) que desechara su afición a todas esas bienandanzas y placeres con que la brindaban, porque él había encontrado en su viaje un partido preferible, mucho más digno y grande: un marido de magnificencia y poderío bien distintos, el cual la obsequiaría con trajes y joyas de valor inestimable. Su designio no era otro que hacerla perder el gusto de los placeres mundanos para que ganara la gloria; pero antojándosele que para ello el camino más breve y seguro era la muerte de su hija, no cesó un momento de pedir a Dios que la quitara del mundo y la llamase a su seno, como aconteció en efecto, pues al poco tiempo de regresar al país murió Abra, con lo cual su padre recibió singular contento. Este caso sobrepasa los anteriores, porque la muerte es solicitada, por intercesión de Dios, y demás porque es un padre quien la pide para su hija única; mientras que los otros se encaminan por sí mismos a la desaparición para la cual emplean medios exclusivamente humanos. No quiero omitir el desenlace de esta historia, aunque sea extraña al asunto de que hablo. Enterada la mujer de san Hilario de que la muerte de su hija aconteció por designio y voluntad del padre, e informada además de que la joven sería mucho más dichosa que si hubiera permanecido en este mundo, tomó una afección tan viva a la beatitud eterna y celeste, que solicitó de su marido con extrema insistencia el que rogara a Dios por su fin próximo. Oyendo Dios las oraciones de los esposos, la llamó poco después a su seno, y fue una muerte aceptada con singular contentamiento de ambos cónyuges".

Aquí tenéis este video, donde podéis contemplar el castillo de Montaigne, la capilla donde reposan sus restos, la habitación donde dormía, la torre desde la que escribió su obra. Podéis casi palpar el silencio del lugar, la paz de la que se rodeó el escritor y que le inspiró sus Ensayos.

Lecturas para el verano (Sugerencias)

Lecturas para el verano (Sugerencias)

Como os prometí, os dejo aquí una desordenada y ecléctica lista de lecturas recomendables para vuestro verano. Felices vacaciones:

 

Stendhal, Rojo y negro, ed. Cátedra (Universal). Maravillosa historia de amor , ambición, muerte, redención.

 

Patrick Süskind, La historia del señor Sommer, ed. Seix Barral, Biblioteca Breve. Cuento largo o novela corta, sutil, triste, bella. Aparentemente infantil. Sólo aparentemente.

 

Patrick Süskind, El perfume, Seix-Barral. Una novela de culto, por algo será. Indispensable.

Paul Auster, El Palacio de la luna, Compactos Anagrama. (Todas mis reseñas sobre los libros que he leído de Auster se muestran en el enlace)Novela insuperable del maestro de maestros de la literatura en inglés, Príncipe de las letras 2006.

 

Antón Chejov, El beso y otros cuentos, Edhasa, Pocket. Antología de uno de los mejores escritores rusos.

 

Pascal Quignard, La lección de música, ed Funambulista. Tres relatos excepcionales, uno de ellos ha sido la base de la película de culto “Todas las mañanas del mundo”. Una delicia y breve.

 

Gaston Leroux, El fantasma de la Ópera, ed. Anaya (Col. Tus libros). Literatura romántica, mito renovado de los amores imposibles de La bella y la Bestia. Un clásico de la literatura tenebrista.

 

Gustave Flaubert, Madame Bovary, ed. Cátedra (Universal)¿Quién que la haya leído no ha caído perdidamente enamorado de esta calculadora, frágil, turbia criatura que es Emma Bovary?

León Tolstoi, Anna Karenina, (muchas ediciones), Un poco igual a Bovary, Anna de nestros amores. Impulsiva, enloquecida, irresistible.

 

Mario Vargas Llosa, Travesuras de la niña mala, ed. Alfaguara. La última del novelista peruano es su primera novela de amor. La niña terrible se metamorfosea, torturando, para siempre, al narrador. Una novela entretenida y dolorosa, a veces cómica en su patetismo desolador, en sus luces y sombras.

 

Stefan Zweig, La impaciencia del corazón, Acantilado. Un melodrama psicológico lleno de fuerza y precisión. Duro y puro.

 

Javier Marías, Corazón tan blanco, ed. Alfaguara. Una obra, como todas las de Marías, llena de referencias literarias, bella, emocionante y que te engancha desde el primer momento.

 

Julio Cortázar, Cuentos (muchas ediciones distintas, muchas editoriales distintas). Cualquier antología de sus cuentos os invadirá como los conejitos que salían de la boca del pobre protagonista de uno de ellos: irremediablemente. Uno de los grandes escritores de nuestro tiempo. Inmarchitable Julio.

 

Arturo Pérez  Reverte, El maestro de esgrima , ed. Alfaguara, El mejor Pérez Reverte es el de los inicios: el de esta obra o el de El club Dumas. Recomiendo calurosamente su lectura.

 

Bernardo Atxaga, Obabakoak, Ediciones B. Una recopilación de narraciones cortas entrelazadas. El acceso a un mundo mágico, semi-mitológico, extraordinario. Uno de los grandes escritores de hoy.

 

Enrique Vila-Matas, Bartleby y compañía., Anagrama. Relatos extraordinarios donde la realidad y la ficción se mezclan. Cualquier titulo de este autor os fascinará.  

Abrazos y sed felices.

     

Luis Cernuda y el jazz, por varios colegas y amigos de la blogósfera

Felipe Zayas, Lourdes Domenech,Isidro Vidal, José Cuerva, Elisa Armas de Cruz y Ana Alcolea...han conseguido esta hermosa incitación al disfrute de Luis Cernuda (y del jazz):